Esencia

Advertencia! (este texto se complementa con una serie de obras plásticas que se pueden ver en el siguiente link)

FUNDAMENTACIÓN Y OBJETIVOS

Esencia  tiene por objetivo problematizar la relación entre el ser y la realidad. A lo largo de las distintas obras buscaré plasmar la esencia del ser, su lado real, despojándolo de toda idea preconcebida, de toda construcción simbólica. Expresando su condición vital por fuera de una realidad construida, impuesta, manipulada, que rompe con la subjetivad, con la libertad, con la capacidad de decidir. Haciendo hincapié en la interioridad del ser por encima de la exterioridad de la realidad. Focalizando en los sentimientos, en los padecimientos: desde la soledad, desde la violencia, la degradación, la desesperación y la pérdida del rumbo producto de un mundo mecanizado, masivo y anónimo. Producto de la pérdida de toda construcción simbólica.

El presente texto se divide en tres etapas, a lo largo de las mismas se irá desarrollando el problema. En la primera etapa: “Lo real y la realidad” propongo establecer la relación del sujeto con la realidad simbólica. En la segunda etapa: “La realidad interior” busco plantear la interioridad del sujeto desde la subjetividad y por último en: “Esencia” planteo la idea del ser despojado de la realidad simbólica.

LO REAL Y LA REALIDAD

En esta primera etapa mi intención es problematizar la relación entre el ser y el espacio, cómo el cuerpo interacciona con el universo simbólico, con su realidad envolvente. Para desarrollarlo pongo en juego dos conceptos claves: “lo real” y “la realidad”.

¿Qué entendemos por realidad?

El arte siempre ha querido imitar la vida. Los artistas buscaban en la inmovilidad del modelo, exaltar ante un público su capacidad de duplicar la realidad, crear un efecto de credibilidad. Según plantea el filósofo Aristóteles la mimesis es la imitación de la naturaleza, pero no como copia fidedigna, sino como libre enfoque de la realidad, el artista puede representar la realidad de un modo personal. Por lo tanto el arte modifica la realidad por medio del conocimiento, se convierte en un reflejo del mundo sensorial.

Por otro lado existe una fuerte necesidad por conceptualizar el mundo, una necesidad de entender todo lo que nos rodea, todo lo que somos. Siguiendo a Jacques Lacan (1953), “Lo real” seria lo no simbolizado, todo aquello que aún es desconocido, que está por fuera de nuestra percepción. Por lo tanto lo simbolizado Lacan lo define como “la realidad”. En este juego conceptos se comienza a construir el mundo en el que estamos inmersos y comienza a definirse nuestra percepción de la realidad.

Vivimos en un mundo de símbolos, en un universo simbólico[1]. La relación con la realidad no es directa. Esta distancia dependerá de la construcción simbólica que conlleva el individuo. Es decir para poder entender, primero hay que conocer.

La realidad es producto de una construcción, que los seres humanos a lo largo de su vida van realizando. Pero a la vez la realidad también se impone. Coloniza las facultades de conocimiento de los individuos, de manera que son incapaces de ver más allá de sí mismos. En la vida cotidiana estamos inmersos en un mundo donde intervienen múltiples factores, los sujetos colonizados no llegan al contexto, se quedan en las apariencias; por lo tanto se adaptan al medio, y como consecuencia no lo transforman. En La Educación como práctica de la libertad, Paulo Freire lo explica así «Una de las grandes tragedias del hombre moderno es que hoy, dominado por la fuerza de los mitos y dirigido por la publicidad organizada, ideológica o no, renuncia cada vez más, sin saberlo, a su capacidad de decidir» (Freire, 1969, s.p.).

Siguiendo con esta idea, la modernidad ha hecho hincapié en mostrar una sola cara de la realidad, ha ignorado todo aquello que no forma parte de los “grandes relatos”. Impone una “historia oficial”, a la que todos deben reconocer como universal, como la verdadera cara de la realidad. Ésta se presenta como la única vía posible para alcanzar la prosperidad, el desarrollo pleno de la vida, el progreso. Sin embargo,  paradójicamente provocó acontecimientos como el surgimiento del nazismo, las bombas atómicas, el consumismo, la creación de un mundo mecanizado, una sociedad anónima, individual y masificada.  Todo ello lleva constantemente a alejar a los seres humanos de su autorrealización, a sacrificar la vida subjetiva del individuo, su libertad y su existencia concreta, en nombre del orden, el progreso y la razón, como plantea el idealismo hegeliano.

[1] Según Ernst Cassirer en Antropología filosófica cada organismo posee su propia realidad. Presentan sus propios patrones y esquemas. A la par que estos organismos se encuentran en coordinación con su ambiente. La cultura va conformando el universo simbólico (el lenguaje, el mito, el arte y la religión, etcétera) en el que vive el hombre.

LA REALIDAD INTERIOR

En esta etapa mi intención es mostrar la interioridad del sujeto. Para desarrollar esta idea tomo como corte cronológico el final de la Segunda Guerra Mundial, en donde el arte toma el papel para denunciar las condiciones de miseria y opresión social. Un contexto en donde el mundo dejó de ser un lugar confortable y el proyecto moderno, como planteamos en la etapa anterior fracasó y como consecuencia la existencia del ser humano, con sus vivencias, su pathos (padecimientos) crea una nueva concepción del mundo en sintonía con los estados de ánimo. Que la vida no sea eterna crea una ansiedad inherente en los seres humanos, un vacío que deben llenar con significado para sentirse realizados. También, como decía Jean Paul Sartre (1993), estamos condenados a una libertad absoluta, a tener que escoger nuestro siguiente paso, constantemente hasta la muerte.

Es así que los artistas modernos comienzan a plasmar en sus obras el registro de una época en donde el dolor, la sensación de desasosiego, la desesperación y la pérdida de rumbo pasan a ser reflejadas en el cuadro. Se establece un compromiso con la realidad, a la vez que las personas comiencen a tomar conciencia de sí mismas.

Según Nathalie Heinich (2011) el arte moderno gira en dirección al autor, cambia la realidad exterior por la interioridad. Focaliza en la personalidad y la subjetividad del artista. Sus experiencias, sus sentimientos, sus pensamientos y es a estos a los que trata de acceder. El arte moderno busca estimular la politización de los contenidos y no la autorreflexividad crítica de la forma, se deja de lado la forma en pos del contenido, la denuncia y la demanda.

ESENCIA

A lo largo de las etapas anteriores se planteó, por un lado en lo real y la realidad la caída del proyecto moderno, provocando una disolución de la idea de mundo que comprendemos hasta ese momento. Esto modifica la percepción que teníamos de la realidad, debido a que el universo simbólico pierde fuerza y como consecuencia la relación entre los sujetos y la realidad se ve distanciada. Es ahí en donde desencadena un estado de libertad que desemboca en una  pérdida de rumbo, de la que hablamos en la etapa la realidad interior, ya que les brinda a los individuos la responsabilidad de su propia vida. Los libera de una fuerza trascendental, de las ataduras simbólicas que constituyen la realidad.  Les brinda la libertad de elegir su propio destino. Esto trae como consecuencia una gran incertidumbre al estar situados en un universo desconocido.

Es justamente en esta mediación con lo desconocido en donde el concepto de lo real, del que Lacan habla, entra en juego. Una relación con lo no simbolizado, con todo aquello que aún no fue incorporado a la vida de las personas. Es ahí en donde la esencia reside.

Por lo tanto la esencia es algo que se adquiere, y no algo que está dado. Así lo plantea el existencialismo. Las personas comienzan por existir y luego adquieren esencia. Por lo tanto esta esencia no es algo natural de las cosas, ni permanente, sino que es algo que está en constante modificación, como plantea Sartre «los seres humanos no tienen una naturaleza inmutable, o esencia, como tienen otros animales o plantas; cada ser humano hace elecciones que conforman su propia naturaleza» (Sartre, 1993, s.p.).

Cuando la esencia entra en relación con el arte hablamos de una esencia de la naturaleza humana. El arte en general no es más que una proyección de dicha naturaleza, y por tanto, contiene la esencia humana. Según Romano Guardini «el artista, al captar la esencia de la cosa, se capta también a sí mismo» (Guardini, 1960, s.p.). Ya que el artista, viviendo de manera inmediata el contacto con lo esencial de la cosa puede despertar algo de su propio ser. Se dirige a un plano diferente a la realidad, por lo que no capta la cosa simplemente como se presenta delante de él, sino que contempla su esencia desde su presencia, y de este modo emerge en él lo más íntimo de su ser.  Al gestarse en la naturaleza humana, participa de todos los aspectos del ser humano.

Tanto la esencia de la cosa como la del artista, se identifican de modo vivo, abriéndose paso hacia la expresión. La sensación de sí mismo que tiene el artista confluye en su modo de ver la cosa; la estructura de sentido de la cosa se percibe desde la emoción de la percepción de sí mismo; y ambas cosas ocurren de tal modo que se convierten en forma, en obra.

CONCLUSIÓN

La esencia del ser es posible, una vez entendido todo el proceso de cambio, una vez que entendemos que la realidad es una construcción, que el universo en el que estamos inmersos es un universo simbólico.

En la mediación con la realidad encontramos la vía de escape por medio de la interioridad del sujeto. De esta forma  establecemos un mayor compromiso con uno mismo, y es ahí cuando empezamos a tomar conciencia del entorno. Encontramos ese lado real desde el interior, desde la subjetividad. Cuando logramos romper con esa realidad impuesta y manipulada que no nos deja decidir, que nos impone como pensar.


Mauro ZHT 2017


REFERENCIAS

Cassirer E. (1992). Antropología filosófica, México, Fondo de Cultura Económica, [1944]. Caps. II “Una clave de la naturaleza del hombre: el símbolo” y XII “Resumen y conclusión”

Freire P. (1969). “La educación como práctica de la libertad”, ed. Siglo veintiuno, Argentina.

Guardini, R. (1960) La esencia de la obra de arte. [Dir. José Muñóz Sendino]. Madrid: Ediciones Guaadarrama.

Heinich, N. (2011). Para terminar con la polémica sobre el arte contemporáneo, en: Revista de Occidente, n° 364. Pp. 61-78.

Lacan, J. (1953) Lo simbólico, lo imaginario y lo real. En: De los nombres del padre. Buenos Aires: Paidós.

Sartre, J. (1993). El ser y la nada. Barcelona, España: Altaya.

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